Wednesday, September 10, 2008

Simply Pong!


1 comment:

  1. Anonymous7:05 PM

    Soberbia versus ayuda

    Rebeca Montero, La Habana | 11/09/2008


    Las imágenes de los ciclones han mostrado que los bohíos son peores que
    los de 'antes', que la capital y los pueblos son un amasijo de miseria,
    que 'cincuenta años no son nada'.

    Una valla propagandística en el suelo, tras el paso de Ike cerca de La Habana

    Una valla propagandística en el suelo, tras el paso de Ike cerca de La
    Habana. (AP)

    Admitir la derrota es siempre una acción muy dolorosa. Si hay un
    control absoluto de los medios de comunicación se puede enmascarar,
    negar o, de plano, borrar, pintar el "revés" como victoria prostituida.

    Hace medio siglo, la promesa fue (¡entre tantas!) que los "bohíos"
    pasarían a ser recuerdos horrendos del pasado, que los "llega y pon"
    serían sustituidos por edificios modernos, que cada cubano tendría su
    casa decente, su trabajo honesto y hasta un "VW", porque esos carritos
    eran ahorrativos.

    Estas promesas, lo recuerdo bien, las hizo el Líder en discursos
    populares, ya borrados de los archivo

    s. Prometió estimular una clase
    media ejemplar, a la que todos podían aspirar. "Esta es tu casa Fidel",
    y de verdad que lo era, porque todo, tierra y casas, se consideró como
    "usufructo". Fue la nueva interpretación del concepto de "dominio
    eminente" de los Habsburgo, en los tiempos de la colonización
    americana: el Estado posee la propiedad y sólo la presta de manera
    temporal.

    Pasaron ciclones y volvieron a pasar, aunque el más devastador de todos
    quedó in situ. La capital fue bombardeada desde dentro, una implosión
    indigna, con derrumbes, baches, fachadas pintadas con cal para el paso
    de alguna caravana, apuntalamientos interiores, huecos por donde se iba
    la vista, paredes que chorreaban agua por las filtraciones. La calzada
    de las columnas se metamorfoseó en la calzada de los palos.

    Pero en el campo... ¡ah, el campo!, "dieron" títulos a los campesinos,
    luego les quitaron la tierra, los hicieron trabajadores agrícolas,
    porque eso era ser proletario y se ajustaba mejor a la doctrina; los
    ignoraron en sus consejos y los hacinaron en gallineros-edificios,
    donde los guajiros se alienaron con las paredes baratas y los
    horizontes naturales cerrados por ventanas que crujían. Algunos pocos
    quedaron de símbolos, porque, después de todo, habían sido la
    infantería indispensable para la debacle.

    Como en África y Brasil

    Los televidentes cubanos pensaban que todo había quedado ahí. Pero con
    estos últimos ciclones -y con20sorpresa- vieron que los nuevos bohíos
    eran peores que los de "antes", que los pueblos "del interior" eran un
    amasijo de miseria, que "cincuenta años no son nada", que las imágenes

    de la tragedia eran las mismas de los pueblos más pobres de América
    Latina, como los de África o la India, las favelas de Brasil, los
    "paracaidistas" mexicanos, las "chabolas" españolas, los shanty towns
    de cualquier país.

    ¿Qué pasó que no pasó? La solidaridad amable de los cubanos se cimbró:
    "hay que ayudar...". La UNEAC se moviliza, una ONG que no es ONG, pero
    -aunque el gesto es encomiable- todo el mundo sabe que quien reparte se
    queda con la mejor parte y en Cuba sólo distribuye el Estado, dador,
    patriarcal.

    ¿Llegará esa ayuda a los necesitados o quedará en las tiendas para
    comprar en CUC o, si los artículos son "de uso", en las tiendas
    estatales que se ocupan "de ese rubro"?

    Se acepta ayuda, pero sólo se anuncia la de los "hermanos" o parientes
    ideológicos: China, Rusia, Venezuela. La Iglesia Católica y Cáritas
    pueden ayudar, otros también, pero el Estado quiere ser el
    distribuidor, el benefactor a costa. La gerontocracia es soberbia,
    siempre lo fue: proyectó su imagen de "solidaria" por todo el mundo y
    ante todos los desastres. Pero lo que le quitó a su pueblo para darlo a
    otros, no tiene eco.

    Ni siquiera pueden admitir la enormidad del desastre, porque estos
    viejos cansados son altivos, arrogantes y les importa un bledo eso que
    llaman "el pueblo". Tanto le dieron vuelta al concepto que se les
    borraron todas las caras y los cuerpos concretos. El pueblo es sólo una
    palabra: ni tiene cara, ni cuerpo, ni dolencias, ni necesidades. Es una
    palabrita para movilizar, gritar e ignorar.

    Hay quienes han decidido solidarizarse de manera personal: los que
    tienen más, dan a los necesitados por los alrededores de sus casas, a
    los mendigos que han inundado la capital, puro cristianismo primitivo,
    pero el único sendero que "ellos" han dejado libre.

    Todo se empantana en las discusiones políticas: la derecha del exilio
    quiere condicionar, la supuesta izquierda isleña se encierra en su
    castillo podrido, las gentes del pueblo se miran unos a otros y
    suplican para que, en algún momento, el maná les llegue del cielo. Como
    dicen en la Isla: "No es fácil...".

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