Por Dr. Darsi Ferrer
La Habana, 23 de junio de 2009.
La naturaleza cerrada del régimen de la Habana refuerza la apariencia de que su gobierno funciona como una estructura política homogénea, o sea, un bloque monolítico sin fricciones, que responde a intereses comunes de la nomenclatura bajo los preceptos de la ideología marxista. Esta visión esquemática pasa por alto las interioridades de la clase gobernante del archipiélago caribeño, y la agudización actual de sus contradicciones.
En Cuba la élite del poder se compone de un reducido grupo de ancianos, encabezados por los hermanos Castro, cuyo principal interés consiste en preservar el sistema totalitario a como de lugar. Para esa gerontocracia no existen otros patrones en la conducción de la nación que no sean los de la Guerra Fría. Pese a que el contexto político exterior ha cambiado radicalmente, insisten en el aislamiento de la sociedad y en el control absoluto de los ciudadanos, con la justificación de la amenaza externa y la necesidad perenne de lucha contra el “malvado” sistema capitalista, responsable de todos los males.
Particularmente el Sr. Fidel Castro ha dispuesto del poder a su antojo por medio siglo y se ha inmiscuido en infinidad de asuntos por todo el mundo. Ahora, ante el final de su vida que se aproxima inexorable, su principal preocupación es la preservación de su legado histórico, es decir, desea que su imagen sea recordada como la de un gran líder revolucionario. Para garantizarlo, aspira a que el futuro de Cuba no sea otro que la realidad del presente nacional. Su condición de enfermo, incapaz de retomar la presencia física en la palestra pública, es una situación que intenta compensar dictando la política del país a través de las sistemáticas “reflexiones” en el periódico Granma, órgano oficial del partido comunista.
El actual administrador del poder, Raúl Castro, no muestra capacidad para gobernar la nación ni independencia de la voluntad de su hermano. Una de las pocas diferencias con Fidel Castro es que de cara al futuro no aspira a convertirse en una figura mundial, sino que desea contar con la oportunidad de descansar en tranquilidad la última etapa de su vida, sin el temor de un proceso legal por pasadas responsabilidades.
Los generales y algunos militares de alto rango, con determinado poder real directo sobre tropas armadas e influencias sólidas en importantes instituciones civiles, tienden a condicionar su lealtad al sistema político sobre la base de que se les garantice sus privilegios de casta. Entre ambos bandos los lazos ideológicos son formales, más bien se sintetizan a la fidelidad que le han guardado a Fidel Castro por diversas razones, incluido el temor a sus represalias, de las que fue un claro ejemplo el encausamiento de los generales Arnaldo Ochoa, Juan Abrantes y Patricio de la Guardia. Raúl Castro no es ajeno a esa situación y en los últimos tiempos la sobrelleva entregándole mayores cuotas de poder a ese círculo de militares, ubicándolos en puestos claves de la estructura económica.
El grupo de los cuadros intermedios de la nomenclatura, próximos a las altas esferas del poder, es de una generación más joven que la élite. A diferencia de esta, ostenta una formación profesional calificada que los lleva a ser los que verdaderamente garantizan la funcionalidad del sistema político. En el orden personal se rigen por una conceptualización distinta al esquema de la Guerra Fría. Están más identificados con los nuevos parámetros establecidos por la Globalización y el desarrollo de la información y las tecnologías modernas de las comunicaciones, de ahí que se muestren más a tono con los actuales modelos de la izquierda del llamado socialismo del siglo XXI, que con el propio modelo castrista.
Para ese grupo, las expectativas e intereses pasan por conservar su limitado capital político, que aunque no les aporta la prerrogativa de ser propietarios de grandes bienes o medios de producción, sí les garantiza la capacidad de determinar y decidir a nivel de sus cargos específicos. Además, su gran ambición es alcanzar el poder en el futuro cercano, pues desde hace años se da por sentado que serán el relevo natural de la clase gobernante, los herederos directos del poder.
La estabilidad entre esas facciones distintas de la clase gobernante se sustenta en dos pilares fundamentales: un basamento económico y otro de legitimación política.
El capital económico asegura el financiamiento mínimo imprescindible para que no colapsen los servicios vitales de la sociedad, como es el abastecimiento de los productos racionados, suministro de electricidad, agua potable, transporte público, salud, educación. Aunque el mayor énfasis está destinado para garantizar los privilegios de la propia clase gobernante y los voluminosos recursos de las fuerzas represivas, encargadas del control físico de la población.
La legitimación política parte de la figura jerárquica de Fidel Castro y es complementada mediante la confrontación ideológica con el ¨imperialismo¨ y las constantes movilizaciones sociales. Además, contribuye en su conservación el alcance a todos los niveles del aparato represivo y la dependencia casi absoluta de los ciudadanos al Estado.
En el escenario político actual, cambiante y dinámico por el influjo exponencial de las fuerzas transformadoras de la Globalización, la aparente inamovilidad de la clase gobernante en Cuba se desvanece y se manifiesta una evidente profundización de sus contradicciones, por los intereses vitales contrapuestos de cada una de sus diversas facciones.
El dilema de los funcionarios de la élite es que destruyen a la nación anquilosados en su único propósito de resistirse mientras puedan a no perder el poder. Para ellos ni siquiera cuenta la alternativa de readaptar su esquema político a los patrones del nuevo modelo de izquierda populista de América Latina, más acorde con el contexto internacional de esta época. Hecho que se confirma en la negativa de afrontar el desafío de reintegrarse en la Organización de Estados Americanos (OEA), a pesar de que se eliminó la resolución por la que fueron suspendidos y de que todos los países aliados de Latinoamérica están integrados al mecanismo hemisférico y desean el retorno de Cuba.
El dilema de la gerontocracia es que su opción consiste en atrincherarse en el modelo retrógrado de la Guerra Fría, no confían en la alternativa de introducir cambios o reformas estructurales
Han podido trascender de los parámetros caducos de generación de capital político y económico, no tienen otros. No pueden modernizar la imagen política, el mensaje, sustituirlo con otras ideas. Ni siquiera se pueden ajustar a los parámetros de los modelos de la nueva izquierda populista de América latina. Lo único que queda es el reciclaje del pensamiento del caudillo enfermo, que no aporta otro elemento diferente a la negación ideológica de la hegemonía de los EEUU sin ofrecer ninguna alternativa, y con mecanismos totalmente desajustados a la era de la globalización por su carácter antidemocrático, aislacionista, guerrerista, que condena a los ciudadanos a la condición de súbditos, desprovistos de libertades y derechos fundamentales, que dejan a la
La plataforma económica se dilapida a ultranza como resultado de la notoria inviabilidad del sistema político totalitario, que desde su instauración estatizó todos los aspectos de la vida del país y eliminó cualquier ejercicio de independencia en los ciudadanos. La plusvalía que la clase gobernante logra sacarle a la masa trabajadora resulta insuficiente para sufragar la preservación del régimen, a pesar de las condiciones de esclavitud moderna, con salarios ínfimos sin poder adquisitivo real ni derecho a reclamación alguna. El deprimido capital financiero del Estado se sostiene y depende de manera significativa del subsidio venezolano, cada vez más afectado por los efectos de la crisis económica global y por los desatinos de la gestión de gobierno de Hugo Chávez.
Traición a generación joven.
darsiferrer@yahoo.com, celular 05 29 39 9 82
El análisis del Dr. Ferrer es interesante y básicamente marxista.Lucha de intereses económicos y de poder dentro de la clase gobernante,que maneja a su antojo la plusvalía que le confiscan a la clase sometida,que no podría llamarse "proletariado" en este caso porque no tiene conciencia de clase y los medios de producción en manos de la clase dominante son escasísimos. La clase dominante cubana usa una ideología (en sentido marxista de la palabra) para esconder la realidad y dominar. Pero las contradicciones ya hacen crujir el sistema, al estilo de lo que Marx predijo para el capitalismo -y que todavía no ha pasado-.
ReplyDeleteEn resumen, se asemeja mucho a un análisis marxista de un estado seudo comunista.