Friday, February 03, 2012

Tiempo de descuento para régimen de la Habana

Por Dr. Darsi Ferret


La Habana, Cuba. 2 de febrero de 2012.



La naturaleza de un régimen como el derrocado en Libia es una fuente de infinitas lecciones. A diferencia de otras dictaduras de la era moderna, la del lapidado coronel Muamar el Gadafi tuvo la ventaja de no estar institucionalizada de acuerdo a las normas reconocidas. Su disponibilidad sobre las jugosas rentas del petróleo nacional era absoluta. Eso le permitió que, a diferencia de Kim Song-Il en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, o Fidel Castro a mediados de los setenta, pudiera gobernar bajo la tenebrosa sombra de su Jamahiriya sin necesidad de dependencia del padrinazgo de ninguna potencia, ni verse obligado a organizar su Estado dentro de un rígido modelo burocrático. Sus ventajas para mantener todo el tiempo una dictadura personal deben haber provocado envidia en otros déspotas con mucho menos cash.

Quizá por esas mismas razones su terrible muerte tuvo un carácter tan singular. Es la primera vez que se filma en vivo, sin censura ni cortes profesionales, la matanza de un cruel y todopoderoso tirano. Captadas por los teléfonos celulares de algunos de los tantos que participaban en su ejecución, las imágenes fueron trasmitidas de inmediato al mundo entero. De esta manera, el triunfo de las nuevas tecnologías de comunicación personal también trae dantescas visiones, como esas de los últimos momentos del coronel. Es una lección de lo frágil que es la vanidad y la arrogancia de los que se creen imbatibles. Y también del odio y la crueldad que se han encargado de sembrar en sus pueblos empobrecidos, sojuzgados y muy probablemente encanallados.

Definitivamente, algo de esas macabras imágenes de final insólito han pesado lo suyo para esa nefasta pléyade de “líderes carismáticos” que durante el siglo XX se fosilizaron en el poder a lomo de “vanguardias revolucionarias”. Sin embargo, no tienen el mismo peso y efectos racionales los llamados de las naciones democráticas de occidente, las condenas por violación de los Derechos Humanos y las advertencias de la ONU. Incluso, ni siquiera el despliegue del abrumador poderío de la OTAN. Por el contrario, prima el empecinamiento por sostener una situación imposible, ya vencida por el cambio radical de la civilización a nivel global.

Quizás por ello una de las más duras realidades de la liquidación del régimen autocrático de Gadafi sea el histérico aferramiento de sus iguales en otras naciones. Intentan repetir el mismo inútil empeño por mantenerse en el poder, y la única enseñanza que extraen de la espantosa guerra civil del país norafricano es tratar de implementar en represalias lo que allí dejó de ponerse en práctica. Así lo indica la actitud del dictador sirio Bashar el Assad. Luego de prometer a la Liga Árabe que parlamentaría con la oposición y que pondría fin a la violencia, persiste en lanzar sus fuerzas de seguridad y del ejército contra la población inconforme que se opone a su dinástico régimen opresivo.

Del otro lado del mundo, la impresentable dictadura militar cubana se fija en lo que sucede en Siria e intenta evitar que la población desesperada se lance a la calle. Por tal motivo, aprueba a cuentagotas medidas económicas que no implican cambios estructurales ni modificaciones de las bases de su modelo totalitario, pues no renuncian al concepto del poder absoluto. Tales medidas, que algunos confunden con reformas, las entorpecen con trámites burocráticos que no tienen otro objetivo que mantener el mismo férreo control sobre la empobrecida ciudadanía. De hecho, tienen más de propaganda que de soluciones verdaderas en todo el espectro de la angustiante necesidad popular. Sin embargo, es tan marcada la miseria nacional que confían en que esas gestiones sean suficientes para por ahora amansar la creciente inquietud de la población.

Todo su embeleco tiene el firme propósito de ocultar la realidad. El régimen castrista lejos de abandonar su represión contra la oposición pacífica la incrementa. Desesperadamente aspira evitarse la repetición de los ejemplos de Túnez, Egipto, Libia, y de otros países del Medio Oriente, donde la población se lanzara a la calle de modo masivo y determinado exigiendo libertades.

Los gobernantes de la dictadura identifican a la oposición como la posible guía de esa revuelta, obviando el hecho de que ninguna de las rebeliones de la Primavera Árabe ha sido encabezada por opositores conocidos. Consideran que el reducido grupo de ciudadanos que conforma la oposición en la isla representa el peligro de una indoblegable resistencia moral a sus diseños totalitarios. Por lo tanto, están dispuestos a tomar medidas extremas para aplastarla. Las confusas circunstancias en que murió la líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, o la reciente muerte de Wilman Villar tras una huelga de hambre de 50 días, hacen sospechar que hasta hayan estructurado el diseño del asesinato selectivo de opositores.

Más la ceguera de la soberbia en el poder los impulsa a intentar imposibles. Hay un hecho real a nivel global: el mundo se integra aceleradamente. Y la nueva fase de desarrollo se llama Globalización. A pesar de los denuestos en contra, se impone como una etapa de evolución de la Humanidad. Cualquier intento de impedirla, distorsionarla o ignorarla sólo repercutirá con el doble de empuje en su presencia inevitable. A los Castro y a sus seguidores les cuesta entender los patrones y dinámicas modernas. La mayor parte de los que componen su especie en extinción constituyen un nefasto producto de la Guerra fría, que finalizó hace más de veinte años, tiempo insalvable respecto a la velocidad con que se mueve el mundo en el presente.

El régimen militar que ha empobrecido y despoblado una nación con tantas posibilidades como las de Cuba no es la solución de los grandes problemas que ha creado, sino el terco obstáculo para que los mismos se solucionen. Al igual que otros aferrados a sus privilegios, odian a muerte las libertades y el libre ejercicio de ellas por sus esclavizados súbditos.

No son tan torpes como para ignorar que deben montar algún simulacro de aperturas para lograr extender la existencia del engendro que llaman Revolución, dándole hasta aires de realidad material. No obstante, no comprenden que su tiempo ya se terminó, y que ni siquiera el designio de dinastía familiar que manipulan en las sombras podrá ser posible. Es una época en que la libre información se les cuela por entre los estrechos barrotes donde se empeñan en mantener encerrada a la ciudadanía de la isla. Y la realidad que se filtra va cambiando la mentalidad de todos, hasta de sus seguidores más insospechados.

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