Dr. Darsi Ferret
La Habana, Cuba. 21 de mayo de 2012.
Existe la posibilidad cada vez más certera de que el otrora hiperkinético Hugo Chávez no llegue a la meta de las elecciones para el cargo presidencial. Tal pronóstico va levantando un muro de sombras en el entrecejo de la carcomida dictadura totalitaria cubana, su embarcador life-coach. Y ciertamente no deja de ser sombrío porque no tienen dónde escoger un continuador de la talla delirante del bolivariano. O, por lo menos, a la altura de lo que le interesa al régimen militar antillano. En esa mesiánica Venezuela del Siglo XXI no es fácil encontrar una similar mezcla de dócil ignorante carismático asperjada con el extremo caldo de la egolatría. Por suerte, o por desgracia, según quién mire, no abunda tanto ese fatal coctel.
Empantanados en sus segundas posiciones tras la aislada sombra del líder en declive por sus padecimientos de salud, las grises figuras relevistas se remueven inquietas. Con angustia ven cómo el tiempo va pasando sin que el empecinado (o sugestionado) Chávez se dé por vencido y ceda el puesto para que uno de ellos intente salvar el escaso tiempo que queda hacia la carrera de las elecciones. Y así, aun si se mirara todo este enojoso asunto con entusiasmo, el que como una dosis de crack la dictadura cubana se insufla a diario, se enfrentaría un futuro escenario de imposibles.
El primero, el menos probable, que Chávez alcance con hálito humano el resultado de lo que se va a dilucidar el próximo octubre y continúe de pertinaz presidente-comandante hasta el 2050. El segundo, que llegue por propio pie y que, como Filípides en Atenas, tras anunciar la victoria aquea en Maratón, caiga muerto en el sitio. Tercero, que se vaya antes de este mundo y en las elecciones, o los turbios tiempos que seguirán para los malos propósitos, ni sus seguidores, y mucho menos los angustiados castristas, se acuerden ya de él. A fin de cuentas, esta sería la puesta en práctica de la filosofía tradicional desde la Sierra Maestra: No me digas lo que hiciste; dime lo que estás haciendo.
En cualquiera de estos crispados casos, queda el escenario de un jaque pastor para el régimen cubano. Ninguno de los seguidores de Chávez que alcance el poder está interesado en mantener ni al oneroso aliado ni a todas esas falsas estructuras geopolíticas creadas con asesoría de los manipuladores consiglieris isleños. El ALBA, el CELALC excluyente de USA y Canadá, el suministro de petróleo regalado, los innecesarios papeles de intermediario económico asignados a la dictadura cubana, nada de esto se va a sostener por una masa geopolítica que en realidad es puro humo.
El peso real de esas instituciones con lo único que se puede comparar es con el inagotable e inútil empeño que le puso Hugo Chávez en crearlas y sostenerlas. ¿Quién no recuerda los papelones del ALBA intentando forzar a Honduras a su credo? ¿O pretendiendo sacar provecho del terremoto haitiano para imponer un régimen de izquierdas? ¿A Venezuela intentando denodada, e inútilmente, lograr una transitoria curul frente a su rival Guatemala en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿O yendo a darle consejos que no le pidieron, y sin caso, a otro mal difunto, Gadafi en Libia? ¿O siquiera el vergonzoso apoyo, aunque el espaldarazo no levantó ni polvo, que le brindaron los cancilleres del ALBA a la feroz dictadura de Al Assad en Siria, mirando hacia otro lado mientras el régimen masacraba ciudadanos que reclaman libertades?
Más lo peor del derrumbe de todo este entramado de instituciones políticas creadas con el fin de establecer un frente “antiimperialista”, será para la víctima más dolida, la fea verruga cubana. No sólo quedará huérfana, sin un benévolo socio a toda prueba que sin pestañar les cubra el desastroso experimento cuartelario con buena parte de la riqueza de su propio país. También terminarán colgando al desnudo sus pellejos de extemporaneidad.
Quizás entonces desaparezca esa veleidosa fascinación que mantienen las élites políticas y académicas latinoamericanas hacia experimentos populistas y totalitarismos de izquierda. Léase Socialismo del Siglo XXI, Revolución Cubana, Revolución Sandinista, Unidad Popular, aprismo o peronismo, hay algo que los embelesa con estas fútiles utopías. Tal vez son motivados por algún ardiente anhelo, bien oculto en las conciencias, de imitarlos no bien caiga la ocasión. Y no es de extrañar, demostrada la durabilidad que tienen estos proyectos absolutistas frente a los torvos y mal encavados regímenes militares de derecha. Proclamar humanismo y supuesta redistribución de la riqueza nacional siempre es más cool. No importa las atrocidades que generaron en el pasado siglo y que la Historia se ha encargado de revelar. Las elites gubernamentales ignoran olímpicamente los abusos e ilegalidades que acometen estos procesos antidemocráticos, bien distintos a los fundamentos que les permitieron a ellos mismos alcanzar el poder en sus naciones.
Por eso las falsas estructuras regionales, supuestamente creadas para unir económicamente a la vasta región con nexos culturales de un mismo origen ibérico, no sólo fueron concebidas en los profundos rincones donde la dictadura isleña fragua sus fracasados Pinochos políticos. También las élites latinoamericanas dieron su complaciente beneplácito. No ocurrió la repulsa de un régimen democrático ante una tiranía. Se quedaron como de piedra con una larga retahíla de casos diversos, desde el extremista y bandido primer gobierno de los sandinistas, pasando por Bishop y la Nueva Joya en Granada, hasta recalar en el atónito Allende. Con plena injerencia del gobierno totalitario cubano, se pretendió conformar un Frankenstein donde democracia y libertad formales, fácilmente desplazables cada vez que se requiriera, se ligaran con los peores métodos represivos heredados, y perfeccionados por el fatídico Campo Socialista.
Sin embargo, a estas recientes estructuras fabricadas entre el gobierno chavista y la inteligencia cubana ya se les ve la corta vida que les queda. Sin este valladar regional, la dictadura militar cubana quedará más frágil ante la arremetida de los cambios libertarios que trae consigo la globalización. Y aunque parezca imposible para algunos, mírese para el Medio Oriente. El mundo árabe es un buen ejemplo de transformaciones que se consideraban inverosímiles. Aunque aún mucho mejor referencia lo es la distante Birmania, donde una dictadura militar, tan brutal y empecinada como la cubana, ha sabido nadar y guardar los calzoncillos secos, cediendo su mando a los nuevos protagonistas democráticos, con la reconocida opositora Aung San Suu Kyi a la cabeza, a cambio de amnistía para sus crímenes.
El gobierno cubano se niega a hacer lo mismo, ya sea por vejez, temor, arrogancia o falta de imaginación. Más, los Castro saben muy bien que no pueden confiar en los cófrades del enfermo gobernante venezolano. Los apandillados y oportunistas con los que Chávez se ha sabido rodear en vida, en muerte se lanzarán por el camino más corto y lógico de la supervivencia: el pacto con la oposición y con el gobierno de los EEUU. Sabedores que su jefe significa el único valor más o menos seguro para mantenerse en el poder, y ciertos de que no van a contar con él cuando pasen unos medulares meses, se remueven inquietos en sus puestos. Ya deben andar ofreciendo guiños y seguridades a sotto voce, rozando o transgrediendo hacia la traición a la fanáticamente ingenua ortodoxia chavista que les hace corros.
Y en caso de ganar, van a quitarse el brazo asfixiante de la dictadura cubana que tienen sobre los hombros. Desembarazados del molesto garrote cubano, propondrán a la nación un tranquilizante chavismo light. Dejarán de meter ruido regional o continental y ofrecerán parcelas de poder a sus adversarios políticos. Si acaso, cuando a la dictadura castrista le saquen los trapos sucios en los foros internacionales, se mostrarán levemente indignados y solidarios, pero no irán más allá de un cariñoso espaldarazo diplomático. A fin de cuentas, eso cuesta bien poco y deja buen look de progresista. No es difícil reconocer que librados de los pedigüeños regionales, siempre les quedará más dinero para redirigirlo a sus bolsillos.
Y en el caso de perder, que es lo más probable, se sentirán inspirados por el viejo ejemplo de la “piñata sandinista” y el moderno de los viejos dictadores birmanos. Con esa palanca a mano, se querrán garantizar inmunidad y el borrón y cuenta nueva para sus personas. Para dar fe de sus nuevos propósitos, garantizarán el desmonte cubano con claros y firmes pasos. A cambio pedirán que se archiven las pistas frescas de todo lo que se robaron en gruesos numerarios durante el triunfalismo chavista. Saben que, de vencer la oposición, hay demasiado por hacer para reordenar el país hacia un cauce más normal que este carnavalesco período galopante. Fuera de juzgar a unos cuantos chivos expiatorios entregados por los mismos pactantes oficialistas en retroceso, no le durará mucho la furibunda confrontación política al nuevo gobierno. Sería demasiado para una nación que ha cosechado una amplia sarta de problemas en los últimos años.
En conclusión, y para lo que más interesa a los cubanos, la dictadura militar se va a quedar como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Perderá la plataforma económica que los mantiene respirando y la plataforma política regional que los aupa y legitima. Sus contubernios con algunos repentinos amigotes emergentes y oportunistas del exilio, la jerarquía de la iglesia católica en la isla, y algún que otro aliado solidario desde lugares demasiado distantes, o sólo moralmente, no le van a llenar el tanque de gratis ni en cantidad suficiente como para seguir moviendo su destartalado perol. Malos tiempos se avecinan para ellos y duros, pero definidores, para un pueblo que sólo está pensando en cuando llegará el pollo a la bodega, en podrirse en vida contemplando el culebrón brasileño de turno, o en salir echando por cualquier hueco de la alambrada frontera.
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