Thursday, August 15, 2013

Siria, verguenza para Occidente

Por Dr. Darsi Ferret
Miami, Florida. 12 de agosto de 2013.
La carnicería humana que se vive en Siría desde hace dos largos años, significa una aberrante verguenza en pleno siglo XXI. En lo que el genocida régimen de Bashar al Assad cuenta con el apoyo decisivo de naciones como Rusia, China, Irán y la milicia terrorista libanesa de Hezbolá, los gobiernos occidentales, empezando por EEUU, han dejado abandonados a su suerte a la masacrada población de ese país árabe.
Ya la cuenta de muertos supera los 100 mil y más de dos millones los desplazados. Se ha destruido la mayoría de la infraestructura de la nación. Y los manifestantes iniciales que se lanzaron a las calles en rechazo a la dictadura de Assad, han sido removidos de las fuerzas opositoras, primero por los militares desertores que dieron surgimiento al Ejército Libre Sirio y luego por grupos terroristas islámicos como Jabhat al Nusra que se sumaron a los rebeldes y mantiene estrechos vínculos con Al Qaeda.
El interés de Rusia con el régimen sirio es que le representa un gran mercado para la venta de arsenal militar. Pero, sobre todo, porque en ese país mantiene enclavada su única base militar en todo el Medio Oriente. Si cae Assad Rusia quedaría sin bases militares que los conecte con Europa. Por esa razón primordial, junto a China, utilizan su derecho a veto para impedir que se adopten resoluciones de condena contra el régimen sirio en el Consejo de Seguridad de la ONU.
China, dado sus intereses geo-económicos, también empuja y trata de apuntalar diplomáticamente a Bashar al Assad para evitar perder más influencia en el Medio Oriente, y hace lo posible porque EEUU y Europa no sigan ganando presencia en la región.
Irán tiene mucho que perder si se desploma Al Assad. Quedaría completamente aislado y en una situación precaria frente a sus enemigos occidentales y a los del Golfo Pérsico. Siria ha sido su aliado natural en la zona, que le sirve para sostener su hegemonía sobre los países árabes. Además, utiliza ese territorio como puente para mantener el suministro de recursos a la milicia chiita de Hezbolá. Esa situación los llevó a enviar recursos bélicos, asesores y comandos élites para contribuir en el apuntalamiento del régimen sirio.
Por su parte, la milicia libanesa, Hezbolá, se juega el todo por el todo en la guerra civil siria. Si Assad es derrocado se le acaba la vía por donde reciben sus abastecimientos enviados desde Irán. Ese escenario los empujó a enviar miles de combatientes a pelear junto al ejército sirio contra las fuerzas rebeldes. De hecho, recientemente una ofensiva de conjunto hizo que recuperarán el control sobre la estratégica ciudad de Qusair, y que obtuvieran algunos otros avances militares.
Lo que aún a estas alturas del conflicto no se observa en el horizonte es la ayuda determinada y decisiva de Occidente, que permita terminar con las masacres y enrrumbe el drama de ese martirizado pueblo hacia la posibilidad de alguna solución. Ni siquiera el comprobado uso de armas químicas contra la población civil, supuesta línea roja marcada por el presidente Barack Obama, provocó respuesta y prevalece la inacción y la mirada al otro lado. En resumen, demasiada sangre y demasiada indolencia.

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