Por Sinue Escolarte.
La Habana, Cuba.
A lo que el socialismo cubano llama capital humano, frase calcada del capitalismo, [como otras que no son originales de nuestro premier, léase. La historia me absolverá, de Adolfo Hitler, o. Batalla de ideas, de Bruno Bauer], no tiene nada que ver con la razón de su aparición, con el concepto que en el mundo desarrollado, se tiene de el.
No es posible hablar de capital humano, en una sociedad que no se ha trazado un rumbo económico, ni ha conseguido la estabilidad que garantiza el bien vivir de sus habitantes, con un saldo en 50 años de gobierno, nulo, y en cuyo camino, ha dejado una estela de tristezas, desconcierto, destrucción, pobreza, y una trayectoria ciclónica, que solamente puede generar, pena.
Si el éxito o fracaso de cualquier sociedad, es el resultado del esfuerzo, el sacrificio, el desarrollo cultural y científico, así como la participación directa de la gente en sus asuntos, incuestionablemente, los culpables del fracaso cubano, somos nosotros, el pueblo, que no hemos sabido cumplir con esos requisitos, negándose entonces, que exista en nuestro país, un enorme capital humano.
El hombre nuevo, preñado de vulgaridad, superficialidad, malas costumbres e irrespeto por el prójimo y su sociedad, comprobado y criticado en los medios de difusión, no puede considerarse como capital humano.
El nivel de corrupción generalizado, sin limites que se aprecia a todo lo largo y ancho del archipiélago cubano, reconocido también públicamente por su presidente, no se produciría, si existirá capital humano suficiente y con la calidad requerida, para no dejarse arrastrar, exigiendo a tiempo los cambios que impidieran iniciar este destino.
La negligencia, irresponsabilidad, e indolencia, tristemente palpable en todas las esferas incluida la producción y los servicio que se brindan, no son propios de un pueblo poseedor de un adecuado capital humano.
Una sociedad cerrada, militarizada, inmóvil, controlada, en la que sus miembros deben pertenecer, a múltiples organizaciones políticas y ajustarse a sus estatutos con el temor que dimana de ellas, mas la absoluta dependencia a un sistema capaz de prometer, lo que solo existe en la imaginación y que en medio siglo de dictadura no ha logrado materializar, no puede engendrar y menos reunir, un considerable numero de habitantes, lo suficientemente virtuosos, como para asegurar que existe en ella, un sólido y eficiente capital humano.
Una economía centralizada, controlada políticamente, por un solo partido y un solo cerebro reflexivo, que gobierna por decretos y circulares, aplicando las leyes, el mismo que las confecciona, ha alcanzado una concentración de poder tal, que impide la creatividad individual, las ideas diferentes, la originalidad, bloqueando los talentos de su sociedad en función de mantener la hegemonía, abortando el ahorro de inteligencias que posteriormente se transformarían, en capital humano.
La percepción de la realidad, que facilita apreciar primero y formular después, las lógicas expectativas que determinarán la conducta económica de un país, acumulando las experiencias pasadas con su frecuente va y ven. La personalidad y carga genética de los hombres que componen su grupo social, así como la forma en que se relacionan, su idiosincrasia, la capacidad para construir y desarrollar, diversas instituciones y grupos empresariales, los valores que generan y la firme convicción de creer en lo que son capaces de hacer, con total libertad, conforma el capital humano que puede hacer cambiar el destino personal y el de la sociedad en que vivimos, facilitando que surjan una cantidad importante de ciudadanos con las aptitudes suficientes, los conocimientos, la educación y la información necesarias, que nos deje disfrutar una vida sin violencia ni agresiones, con prosperidad y bienestar para sus habitantes. Para llegar a este sueño, se necesita tener una sociedad abierta y se hace imposible alcanzarlo, en los cerrados totalitarismos.
Lo que el estado cubano considera, capital humano, es, al sin numero de obedientes, que chantajeados por una ideología dominante y absolutista, son obligados, tomando las decisiones sin su anuencia, a acudir a todos los llamados y misiones que el régimen considere útil, con salarios miserables, para demostrar la eficacia de la ineficacia y esto, solo puede ser llamado, esclavitud, pobreza humana.
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