LA LIBERACIÓN DE BISCET: UN ACONTECIMIENTO TRASCENDENTE
Jorge Hernández Fonseca
13 de Marzo de 2011
Antes de iniciar el punto de vista que quiero expresar en este artículo, me gustaría rendir tributo de gratitud a José Antonio Echeverría y un grupo de valientes patriotas como él, que un día como hoy sacrificaron sus vidas en el intento de sacudir el yugo de la anterior dictadura que asoló nuestra querida isla antes de la tiranía de Fidel Castro, que todavía padecemos.
Un par de días antes, casi coincidiendo con este aniversario del 13 de Marzo, fue liberado y llegó a su casa el patriota cubano Oscar Elías Biscet. La dictadura --está claro-- evitó la coincidencia, pero los cubanos que anhelamos una Cuba democrática sin embargo, no pasamos de largo ante el significado de esa casi coincidencia. Biscet representa el futuro que José Antonio no pudo darnos por su muerte prematura, lo que permitió el engaño marxista que aún nos oprime.
Biscet debería haber sido el último de los presos políticos liberados, después de las presiones nacionales e internacionales que obligaron al régimen comunista convidar a la Iglesia Católica Cubana a una negociación inédita, que en apariencias ha permitido la liberación del resto de los presos políticos cubanos. En realidad, el martirologio de Orlando Zapata Tamayo, las sucesivas marchas de las Damas de Blanco durante una larga semana y la valiente huelga de hambre de Guillermo Fariñas exigiendo la libertad de los presos políticos enfermos, fueron la causa real.
La dictadura no dejó para liberar de último a Oscar Elías Biscet por dos razones básicas: primero: para hacer coincidir el anuncio de su liberación con el anuncio de la sentencia de 15 años de prisión al norteamericano Alán Gross, por haber introducido teléfonos celulares satelitales (que se pueden comprar en las tiendas del mundo entero, menos en Cuba); y en segundo lugar, porque liberando a Biscet de último, darían una señal de importancia hacia el opositor cubano que más la dictadura teme, y no quieren evidenciarlo en la persona de Biscet.
La dictadura castrista muestra con sus actos la debilidad en que se encuentra: ya nadie en el mundo (a no ser sus aliados remanentes de la izquierda carnívora) creen en la “revolución cubana”; el idilio y simpatía que provocó durante tanto tiempo, se esfumaron ante el horror de dejar morir de hambre en la cárcel a Orlando Zapata, la bárbara represión a mujeres indefensas y el reto que significó otro cubano en huelga de hambre, ‘niguneando’ la dictadura en voz alta.
El constatar que la dictadura castrista se encuentra en su peor momento, debe ser motor impulsor para acciones coordinadas de la oposición política de dentro y fuera del país. La liberación de Oscar Elías Biscet lo señala como el opositor más emblemático dentro de las filas anticastristas dentro de la isla. No es que sea mejor o peor que otros. Es que las circunstancias lo han colocado --por suerte o por desgracia-- en un papel privilegiado para la lucha, por su historial dentro y fuera de la cárcel y por el respeto que todos tienen por su persona.
Claro que todo depende de los planes que el propio Biscet se haya trazado para su actuación. Siendo así, desde estas páginas le pedimos que piense en la posibilidad de tejer pacientemente un papel de liderazgo cúspide, para encabezar las huestes opositoras dentro y fuera de la isla.
Martí, en siglo XIX, tuvo que sortear grandes escollos para capitalizar una línea de consenso entre tantos patriotas meritorios dentro y fuera de la isla. Un aspecto que choca contra esta actuación es la extraordinaria modestia que se observa en la trayectoria de Biscet. Sus compañeros de lucha pueden ayudarlo a sortear este escollo, alentándolo a dar el paso que la dictadura tanto teme. No se trata de subordinar a nadie ni eliminar las muchas organizaciones que tenemos, muchas de ellas ya de por sí unitarias. Se trata de reconocer estratégicamente un liderazgo único, de manera a poder hablar con una voz más fuerte dentro y fuera de la isla.
El exilio por su parte puede unir sus empeños en este sentido, iniciando campañas y subordinando sus intereses a las líneas que emanen de este comando. Un aspecto que el exilio pudiera comenzar a hacer es tratar de neutralizar el arma más poderosa que el castrismo ha usado contra los opositores internos: los actos de repudio, ejecutados por escuadrones de linchamiento compuestos por los servicios de la policía política vestidos como si fueran civiles.
Si analizamos en detalle los objetivos de estos verdaderos progrones de linchamiento, veremos que todos ellos están encaminados a sembrar el terror entre las filas opositoras. No es descabellado iniciar una campaña en los medios de comunicación del exilio, calificando estos actos de repudio como actos terroristas, asociados a los objetivos reales del régimen con ellos.
El exilio tiene necesidad de contrarrestar los símbolos de la dictadura y establecer sus propios símbolos. Lo que occidente conoce como “embargo económico” la dictadura lo llama “bloqueo norteamericano”; la invasión por “Bahía de Cochinos”, la dictadura insiste en llamarla “Playa Girón”; de manera que no es descabellado comenzar a identificar a lo que ellos llaman “Actos de Repudio”, como verdaderos “Actos de Terrorismo Civil” contra la oposición al castrismo.
El exilio puede ayudar mucho a cualquier cabeza visible que la oposición política del interior de la isla tenga a bien seleccionar, para no sólo apoyar material e intelectualmente la lucha contra la dictadura, como a comenzar campañas en países amigos que permitan que nuestros hombres dentro de la isla sean reconocidos como opositores con todos los derechos.
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