Por Dr. Darsi Ferret
Miami, Florida. 1 de enero de 2013
En pocas palabras… tendrá el efecto de un terremoto que sepultará su inasible Socialismo del Siglo XXI y la parásita corriente populista de América Latina. Se espera que sea el acontecimiento más trascendente en lo que va de siglo y con consecuencias directas en el bienestar y progreso de nuestros pueblos.
La próxima era post-Chávez abre dos posibles escenarios en Venezuela. El primero que la oposición se haga con el poder, lo que representa que ese país regrese al cauce de la civilidad y la democracia. Sobra decir que en esas circunstancias, como ocurrió en el 2002 durante las 47 horas de presidencia interina de Pedro Carmona (El breve), se esfumará el subsidio millonario que recibe Cuba de los petrodólares, el que constituye la principal fuente de sustentación del régimen. En el caso de que sea alguno de los chavistas (Maduro, Cabello o Jaua) quien termine quedándose con el pastel nacional bajo sus pezuñas, igual el vagón cubano será desenganchado.
Y la razón es muy simple. En el bando de los “rojo rojitos” no hay ningún sustituto que disfrute del liderazgo popular o la legitimidad de su caudillo mayor. Chávez es un líder carismático de enorme influencia en la sociedad venezolana, principalmente en los sectores pobres que constituyen mayoría. Pero ese liderazgo ni se hereda ni se fabrica de la nada. Cualquiera que fuese el chavista que consiga quedarse con la batuta en la mano, se verá obligado a darle un curso diferente al chavismo. Los pasos a seguir serían pactar con la oposición y negociar con los EEUU, no hay otra manera de que lograran establecerse y perdurar en el poder. Y en esa ecuación de pura sobrevivencia no tiene espacio la costosa e impresentable verruga cubana.
La oposición en Venezuela está unida en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y cuentan con un candidato que en las últimas elecciones presidenciales captó más de 6 millones de votantes. El bando chavista no constituye una estructura hegemónica y uniformada, y las luchas intestinas entre ellos por controlar el poder serán bestiales. Por un lado se desmarca Maduro, representando el bando civil de mayor punche, aupado como continuador, además, por la voluntad de Chávez. En otro extremo anda Cabello, quien cuenta con las simpatías del poderoso grupo de los narco generales y otros corruptos militares de alta graduación. Pero no son los únicos a tomar en cuenta, también el entramado del poder lo conforman otras facciones de militares y funcionarios civiles con ambiciones de prevalecer y llevarse el gato el agua. Lo cierto es que si alguno de estos personajes se monta en la silla presidencial tiene que desviar el rumbo trazado por su actual patrón, e invertir enormes sumas de dinero no para sostener a la dictadura castrista o instituciones artificiosas como el ALBA, sino para comprar reconocimiento, legitimidad y aceptación tanto del pueblo venezolano como de la comunidad internacional.
Ahora se podrá percibir con más facilidad que, en caso de concretarse una sucesión chavista, al nuevo presidente le resultaría imposible mantener la posición política de estar volcados al antiimperialismo, que es lo mismo que cultivar la enemistad perenne con los EEUU. Y ya es hora de preguntarnos, ¿qué rol cumpliría conservar la alianza político-ideológica con la dictadura castrista o con Irán en esas circunstancias? Por supuesto que ninguno, y con Cuba estaría menos justificado puesto que le cuesta alrededor de 6 o 7 mil millones de dólares anuales al lomo de los venezolanos, gasto que resulta insostenible para la comprometida economía del país sudamericano en plena época de crisis mundial.
Pero volvamos atrás. Chávez fue un líder consolidado, investido en el poder por voluntad popular en elecciones democráticas. Esa legitimidad, unido a su carisma y liderazgo le permitió arrimarse a Fidel Castro, con la cartera repleta de dinero del boom de los precios del petróleo, y darle riendas sueltas a sus incontrolables ambiciones hegemónicas. A un costo de rascacielos se construyó varias plataformas políticas que resultan ser artificiales, sin sustento ni peso real, más allá de la tubería de dinero con la que son beneficiados todos esos gobernantes que se dejaron meter bajo el ala del nuevo Libertador continental. Y ese es el caso de instituciones regionales surgidas y reproducidas en los últimos años como hongos, entre las que destacan el ALBA, UNASUR, CELAC… y proyectos incosteables y desangrantes como Petrocaribe.
¿Cuánto dinero estaría dispuesto a soltar en esos mega planes de sustentación del “liderazgo regional” el posible futuro gobernante chavista? La respuesta es obvia. ¿Qué utilidad le traería seguir sufragando al agujero negro que representa la dictadura de La Habana? Tampoco merece ni respuesta. ¿Qué provecho sacaría de persistir en la alianza política con Irán?
Para la dictadura de los Castro se acerca, está tocando la puerta, el fin del subsidio que constituye el oxigeno que le ayuda a respirar o el plasma que le llega de flay a sus arterias, pero a su vez se le evapora la fuente de legitimación a nivel internacional, que son todas esas estructuras políticas regionales creadas por el moribundo comandante-presidente, en asesoría de ese otro vejete enurésico que también está pidiendo pista en Punto Cero. En resumen, para el régimen de la Habana la valla se pondrá pronto demasiado alta, no tienen modo de saltarla. Amén.
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