Dr. Darsi Ferret
Miami, Florida. 9 de mayo de 2013.
¿Cúal es la ruta a seguir por el escúalido guaguero, Nicolás Maduro, al frente del poder en Venezuela? No tiene opción, más allá de las apariencias y piruetas el descalabro del chavismo es un hecho predecible. Así es, no hay posibilidad alguna de que el Socialismo del Siglo XXI sobreviva y pueda consolidarse luego de la muerte de su creador, el lindoro incapaz Hugo Rafael Chávez Frías. Tomemos encuenta que el aberrante régimen de los Castro aún respira gracias a que siempre ha contado con un subvencionador que lo mantenga como hijo bobo, o en el actual caso como chulo. La URSS, enclavada en uno de los territorios más ricos del mundo en recursos naturales, estiró la liga por más de siete décadas hasta que su economía quebró, agotada por la infuncionalidad del modelo estatista centralizado. El derrumbe de ese gigante fue estrepitoso e indetenible. China coletea con cierta aparente estabilidad amenazada por las crecientes contradicciones internas, que genera su dicotomía de sustentarse de una economía francamente capitalista, en su versión más explotadora y arcaica, regida por un desenvolvimiento político de supuesta ideología socialista controlado por la élite gobernante del exclusivo Partido Comunista Chino. El atorrante y esquizofrénico régimen de Corea del Norte baila en la cuerda floja, con tendencia a perder el equilibrio, porque está resultando una carga demasiado onerosa y conflictiva para los intereses geopolíticos de Beijing, que es al final quien le extiende el cheque de la sustentación. Pues el agresivo Pyongyang de la disnastía Kim sigue enfrazcado en aterrorizar a Occidente con su programa nuclear, pero es incapaz de autofinanciarse y ni siquiera de producir alimentos para que su población no muera afligidos por el hambre. Y la corriente populista enrraizada en Latinoamérica durante los últimos años anda desaforada y a golpe de infusiones de Tilo y Paciflora, estresada por el temor no infundado de irse al descalabro y extinción, junto con toda esa madeja de instituciones artificiosas (ALBA, UNASUR, CELAC...) con las que han pretendido legitimarse en la arena internacional. Y sucede que el pequeño problemita que afrontan todos esos gobernantes de izquierda y tendencia antidemocrática (Evo, Ortega, Correa, Kischner, Mujica...) es que tanto sus gobiernos populistas como esa telaraña de instituciones regionales son financiados con los cada vez más escasos petrodólares de PDVSA. ¿A dónde vamos con este recorrido? A la conclusión de que los herederos del Libertador Simón Bolivar tienen que costearse su existencia por sí mismos y, además, sufragar la de sus aliados políticos engachados sobre sus espaldas. ¿De cuánto dinero estamos hablando? De cifras astronómicas, miles de millones de dólares anuales, que no cuentan con el modo de producir ni con la magia del Mago Mandraca. A raiz de los resultados de las pasadas elecciones, Venezuela quedó dividida en dos bandos opuestos y en conflicto. Presenta una situación de parálisis nacional, con riesgos de estallido social e ingobernabilidad, devenida de la profunda crisis política que generó las irregularidades, con sobradas sospechas de fraude electoral e irrespeto de la soberanía popular, que dieron como ganador al heredero Maduro, con una ventaja menor de 1% sobre los votos alcanzados por su contendiente, Henrique Capriles. Para más complicaciones, a ese escenario se le añade el lastre de la alarmante inseguridad ciudadana, que hace a Venezuela uno de los paises más peligrosos del mundo. La sofocante inflación, con pérdida progresiva del poder adquisitivo del dinero, supera el 20% y amenaza con subir a niveles escalofriantes. También es golpeada por el creciente desabastecimiento hasta de productos básicos, que van desde una escaces del 20% hasta el 50% en muchos productos. De la mano del chavismo camina una rampante corrupción, malversación de los recursos del Estado, ineficiencia e improductividad. Pero lo más importante es el estado depauperado de las finanzas venezolanas, sin futuro de mejoría sino todo lo contrario. El chavismo arrastra un enorme gasto público, comprando voluntades mediante programas de subvención social, que ya resultan insostenibles. Su mayor renglón de entrada de divisas, PDVSA, está en franca decadencia y ha disminuido de modo significativo la explotación de pozos petroleros y la cantidad de barriles de petróleo que extraen diariamente. Lo peor de ese sombrió panorama económico es que viene agudizándose con precios históricos del crudo, que superan los 100 dólares el barril. La trampa para el usurpador y gobernante ilegítimo, Nicolás Maduro, es que su falta de carisma le obliga a sostener las costosísimas políticas de subvención implementadas por Chávez para fabricarse liderazgo en el plano nacional, y de cara al exterior requiere de continuar con el desangre económico hacia sus vampirezcos aliados para que le garanticen legitimación internacional. El otro aspecto significativo es que el chavismo ha quedado descabezado tras la muerte del Caudillo, con visibles luchas entre las distintas facciones que lo integran, y con marcado uso de la violencia, desconocimiento de la institucionalidad y de las reglas democráticas del Estado de Derecho. En cambio, la oposición cuenta con el respaldo de algo más de la mitad de la población, tiene una agenda política que reclama respeto por la institucionalidad y la soberanía popular, apelando al cumplimiento de la legalidad. Pero sobre todo, está nucleada entorno al liderazgo unitario de Capriles. Estas son razones que demuestran que por el despeñadero que transita el camarada Maduro encontrará su suicidio muy pronto. La otra ruta que le queda, un poco más objetiva pero casi imposible de materializar, es terminar con el conflicto que lo enfrenta a la oposición, llamar a un diálogo nacional, repartir cuotas de poder a sus adversarios políticos y abrirse a negociaciones con los norteamericanos. Todo esto incluye zafarse de los impresentables Castro cuanto antes, convencer y seducir a los opositores y cuidarse mucho de que sus compañeros de fila no le den un golpe de estado antes de llegar a la meta. ¿Quieren saber mi opnión? Este trozo de ceboruco y manejable bufón va a durar al frente del poder en Venezuela lo que el merengue en la puerta del colegio. Sin él, en la isla el régimen de los Castro menos todavía.
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