La Habana, Cuba. 29 de diciembre de 2010.
Situada en la periferia de una Europa oriental que en su mayor parte ya ha avanzado dentro del estado de Derecho, la fragilidad de la institucionalidad bielorrusa llega a un punto crítico. La tensión social se disparó luego de que volviera a salir ¨reelegido¨ Presidente Anatoli Lukashenko, después de ocupar el cargo por casi veinte años.
El último sufragio, al igual que los anteriores, ha estado matizado por protestas masivas en denuncia de acciones fraudulentas y la brutal represión de las autoridades. Esta constante en la falta de trasparencia de los comicios y su reiterada permanencia en el poder, reafirman la convicción de que Lukashenko es un simple y brutal dictador.
Pero hay que valorar que tal desprecio por el estado de Derecho no ocurre en solitario. No se puede ignorar el peso que tiene el vecino gigante ruso. De hecho, el nefasto resultado de las recientes elecciones en Bielorrusia reafirma que la geopolítica de hegemonía en zonas de influencia zarista-estalinista no murió con la URSS.
La tenebrosa sombra de Putin, que parece continuar siendo el Zar político, deja mucho que pensar sobre la evolución de la democracia rusa. Realidad que se manifiesta desde la conformación de la joven república de Rusia, luego de la desintegración del imperio soviético, que muy pronto se aventuró a realizar acciones como la ocupación militar y “limpieza étnica” de Chechenia y la posterior invasión a Osetia del Norte.
De hecho, ningún país ex-soviético hace una política completamente independiente al visto bueno de Moscú sin atenerse a la posibilidad de desagradables consecuencias. De modo similar a otros comunistas reciclados que ejercen satrapías permanentes en los llamados “Stanes” (Turkmenistan, Tayikistán), el desafiante Lukashenko cuenta con total visto bueno de los poderes rusos para reacomodarse en el poder.
Son evidentes las ventajas que ofrece un aliado fiel y enemigo de las libertades en la silla presidencial de un país que bordea Polonia y los pujantes países bálticos. Le permite al régimen imperial del Kremlin cubrirse de la peligrosa influencia democrática que irrumpe de una Europa Occidental triunfante en la Guerra Fría.
Además, para la mentalidad agresiva y militarista rusa, sostener un estado tapón aliado les otorga un margen territorial defensivo que los cubre de la creciente influencia de la OTAN, como se refleja con la inclusión en el Pacto militar de Polonia y República Checa, y la posibilidad de que se extienda a esos territorios el Escudo de Defensa Antimisiles promocionado por los Estados Unidos.
La oposición cubana coincide con los mismos anhelos de justicia, libertad, democracia y progreso al que aspiran para su país los opositores al régimen de Lukashenko. Por tanto, su lucha pacífica contra el continuismo y por el respeto a la democracia es idéntica a la que emprenden a diario los cubanos de bien.
Ellos sufren el mismo despotismo que nosotros. Solidarizarnos con los reclamos de justicia y libertad de los demócratas bielorrusos constituye una alianza natural y manifiesta por llevar también a la palestra nuestros propios reclamos democráticos.
Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico.
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