Por Dr. Darsi Ferrer Ramírez.
Resulta curioso que, después de la costumbre interiorizada en la mente de cada cubano de relacionar la salud del dictador Fidel Castro con las cualidades inherentes a un ser sobrenatural, la versión oficial ofrecida por las autoridades del régimen lo presenten ante la opinión pública con un cuadro clínico extremadamente grave, como constituye un sangramiento intestinal sostenido, aunque omiten dar el diagnóstico de la enfermedad y solo se refieren a síntomas.
La noticia sobre la supuesta intervención quirúrgica aguda a la que fue sometido el Máximo Líder y el inesperado traspaso de poder a su hermano Raúl; “provisionalmente” al frente del partido comunista, de las fuerzas armadas y del gobierno, motiva diversas opiniones y vaticinios, tanto a nivel nacional como internacional.
Entre las tantas posibilidades, cabe suponer que el Sr. Castro a estas horas ya murió o está en estado crítico irrecuperable, si se toma encuenta que jamás cedería el poder concientemente, como lo ha demostrado durante estos 47 años de autoridad absoluta.
Es poco probable que la élite de las altas esferas del gobierno se invente una historia macabra relacionada con toda esta “tragedia” para garantizar una temprana sucesión del poder, pues desde hace tiempo los cubanos asocian cualquier posibilidad de cambios del sistema político con la desaparición física del Sr. Fidel Castro.
Precisamente las ansias y la imperiosa necesidad de una transición democrática exacerban el miedo que los dirigentes castristas le tienen a la población cubana, por tanto, aunque se conoce y la experiencia demuestra que ellos son especialistas en fabricar mentiras, la falta de liderazgo de los sustitutos dinásticos, así como la ilegitimidad del régimen pone en duda que se esté en presencia de un ensayo donde posteriormente reaparecerá el Gran Timonel.
Lo cierto es que un hecho de tanta trascendencia en la historia de la “revolución” como la ausencia “provisional” del Padre de la Nación, quien dirige y planifica desde hace más de cuatro décadas la vida política, económica y social de los cubanos, increíblemente hasta ahora no ha merecido la intervención pública de alguna de las principales figuras de la tiranía, incluido su “legítimo” heredero.
Muchas son las incongruencias que acompañan a la situación de salud del Sr. Castro, entre ellas, con sus ochenta años y aquejado de una patología que implica serios riesgos de muerte para cualquier persona pretender presentarlo preocupado por la continuidad de su obra y disponiendo a su voluntad de los destinos del país; caso insólito al compararlo con otros ancianitos en esas condiciones de gravedad.
Tampoco se explica que, si como tratamiento la cirugía intestinal es un procedimiento bastante agresivo en todos los pacientes que se aplica, máxime si se opera de urgencia, un día después circule un mensaje asegurando que el Comandante Invencible está estable de su salud y que se siente satisfactoriamente.
Las buenas noticias acerca de la evolución post-quirúrgica ofrecidas por personeros de poca monta del régimen no justifican que el tema de la salud del Sr. Castro constituya por mandato oficial un secreto de estado, o que hayan suspendido las fiestas populares en la Ciudad de la Habana y, menos aún, la movilización de las tropas de la reserva militar y el estado de alarma combativa de las fuerzas armadas y del ministerio del interior, que tiene lugar a nivel de todo el territorio nacional.
Hasta ahora los medios de comunicación nacionales e internacionales reflejan la dicotomía entre los festejos de la comunidad de exiliados de Miami y la aparente tranquilidad con que se ha tomado el acontecimiento de la cesión del poder en la Isla.
Sin embargo, es fácil comprender que detrás de la disimulada calma la inmensa mayoría de los cubanos albergan la esperanza de que el Sr. Fidel Castro ya no esté en el reino de este mundo y de que por fin la sociedad cubana comience el tránsito hacia la LIBERTAD.
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