Por Yusnaimy Jorge Soca, activista Pro Derechos Humanos.
La Habana, Cuba. 28 de marzo de 2010.
La muerte en prisión del valiente opositor Orlando Zapata Tamayo, después de una prolongada huelga de hambre, constituye el hecho que con mayor relevancia demuestra la actitud criminal de los gobernantes que por medio siglo han sometido al pueblo cubano mediante el uso de la fuerza y la represión. Método de denominación que lo aplican al extremo en contra de los disidentes que liderean los reclamos de libertad y respeto a los derechos elementales de todas las personas sin distinción.
En el pasado, aunque existían problemas sociales por resolver, Cuba era una nación de personas alegres, con expectativas de mejorar en sus vidas a base del esfuerzo individual, la población no tenía que apelar al abandono de su patria por necesidad, y hasta sirvió de destino a muchos emigrantes que encontraron en la Isla las oportunidades que no disfrutaron en sus países. Hoy, la Tierra de Martí y de otros grandes próceres, lo que exhibe es destrucción en todas las esferas de la vida nacional y la única alternativa que encuentra la mayoría de los cubanos es largarse del país por cualquier vía.
El sacrificio inclaudiclable de Orlando Zapata Tamayo representa para todos los cubanos otra importante razón para decir NO a la bota de los militares que abusan y atropellan al pueblo, que se empeñan en destruir los sueños y esperanza de los cubanos; decir NO a los tribunales que lanzan tras las rejas a los padres desesperados que intentan alimentar a sus hijos, a los jóvenes que aspiran vestirse adecuadamente, a los trabajadores que reclaman un salario digno, a las personas que exigen libertad; decir NO al apartheid de los nacionales, al racismo, la exclusión, la discriminación, la cultura del odio y la intolerancia; decir NO a quienes oprimen a los cubanos, los esclavizan y condenan a la peor de las miserias; decir NO a la ambición de poder vitalicio de una casta que por conservar sus mezquino privilegios destruyen a la nación cubana.
Los torturadores y asesinos de indefensos cubanos tendrán que lidiar en lo adelante con el alma indestructible del valeroso Orlando Zapata Tamayo. También los gobiernos, instituciones y personas que asumen un papel cómplice de la tiranía de los hermanos Castro y optan por la indiferencia ante el dolor y el sufrimiento del pueblo cubano, encontrarán en sus conciencias las huellas del alma de Orlando Zapata Tamayo.
Se equivocan quienes piensan que con su actitud criminal apagaron una vida dejando morir al valiente luchador por la esperanza de todos los cubanos. Orlando Zapata Tamayo se multiplica y vive en cada una de las personas que, más temprano que tarde, romperán las cadenas y devolverán la sonrisa al pueblo de cubano.
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