Por Dr. Darsi Ferrer, dir del Centro de Salud y Derechos Humanos “Juan Bruno Zayas”.
La Habana, 2 de agosto de 2008.
La jovencita Maydelín jamás imaginó que terminaría la celebración de sus 15 años ingresada en la sala de un hospital, junto a varios de sus invitados, víctimas de una intoxicación alimentaria, luego de comer las pastas y croquetas del buffet ofrecido en el salón del Bar-Restaurante “El Asia”, reservado para la ocasión por su familia el pasado viernes 11 de julio, en el barrio capitalino de la Víbora.
Las primeras manifestaciones de la enfermedad aparecieron en plena fiesta, cuando algunos de los muchachos comenzaron con náuseas, vómitos, diarreas, dolor de cabeza y fatiga. En total, más de una decena requirió de atención médica y fueron hospitalizados los que tuvieron signos de deshidratación y depauperación del estado general.
También por esos días ocurrió una situación similar durante la fiesta de fin de curso de la escuela Gustavo Almeijeiras, en la localidad del Diezmero. En esa actividad la ingestión de alimentos en mal estado provocó que decenas de niños enfermaran súbitamente, y varios de ellos fueran hospitalizados reportados de gravedad.
Tradicionalmente en verano aumenta la incidencia de brotes de enfermedades diarreicas, incluidos los cuadros de toxiinfección por víveres contaminados. Se conoce que en las últimas semanas las salas de urgencias de los hospitales de La Habana reflejan un incremento alarmante del número de casos diagnosticados con esas patologías, situación que se torna preocupante, según el testimonio de especialistas de la salud.
Las intoxicaciones alimentarias ocurren por la exposición a sustancias tóxicas presentes en los alimentos, que resultan perjudiciales para los organismos. Son desencadenadas por la acción directa de bacterias patógenas, virus, parásitos o por el producto nocivo de sus metabolitos, así como por algunos pesticidas, metales pesados, solventes y medicamentos.
Los grupos poblacionales con mayor riesgo de desarrollar la enfermedad son los niños, ancianos, mujeres embarazadas y aquellos que presentan alguna patología de base como los diabéticos o inmunodreprimidos. Además, influye en las manifestaciones del cuadro clínico la calidad y cantidad del tóxico que se ingiere.
La propagación de enfermedades a través de alimentos contaminados se relaciona, en gran medida, con irresponsabilidades en el control de las normas estipuladas con el fin de evitarlas. Se dan los casos de personas enfermas o portadoras de enfermedades infectocontagiosas que manipulan alimentos en las unidades de servicios gastronómicos. Otra vía es la interacción de plagas de vectores transmisores de enfermedades con los víveres. El agua contaminada también puede funcionar de agente transmisor. No menos importante resulta el no garantizar una adecuada temperatura para la conservación de los alimentos, o los procesos incorrectos de cocción a la hora de su elaboración para el consumo.
En los establecimientos de gastronomía que ofrecen servicios a los cubanos en moneda nacional, es costumbre que los alimentos estén expuestos a la intemperie, en lo que la suciedad, las moscas, cucarachas y hasta ratas, forman parte del panorama cotidiano. Muchos empleados de esos lugares se quejan por la falta de personal de limpieza, de las dificultades en el abasto de agua y las carencias de utensilios como vasos, cucharas, detergentes, desinfectantes y otros materiales necesarios para la manipulación de los comestibles.
Igual de crítica es la situación en los agromercados, los que con frecuencia están decorados en sus exteriores con vertederos de desechos sólidos. En casi ninguno existen equipos de refrigeración y las carnes en venta pasan largas horas a temperatura ambiente expuestas en mostradores improvisados desprovistos de la cubierta de baldosas.
Una realidad diferente presentan los bares y cafeterías del área dólar, los que tienen aire acondicionado, utensilios desechables, materiales y personal de limpieza, entre otras condiciones que les permite a los empleados trabajar respetando un poco más las normas higiénicas.
Garantizar la seguridad alimentaria implica la práctica de medidas preventivas por parte de los individuos, pero depende principalmente de la voluntad del Gobierno, institución que debe garantizar el estricto control de las normas higiénicas, e implementar un servicio público de inspección veterinaria eficaz, que actúe a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde las granjas, industrias y los establecimientos donde finalmente son distribuidos.
Es hora de que las autoridades cubanas asuman una actitud responsable frente a este problema para que personas como Maydelín no tengan malos recuerdos de lo que debió ser uno de los días más felices de su vida.
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