Por: Dr. Darsi Ferrer Ramírez, preso de conciencia.
La Habana, Cuba. 21 de septiembre de 2009.
La situación cotidiana de las cárceles en Cuba hace imposible distinguir con precisión de qué lado es mayor el nivel de delincuencia, si en el bando de los reclusos o en el de los guardias que supuestamente deben garantizar el orden en este tipo de instituciones. Ante esa realidad el gobierno opta por la estrategia de negarse a toda supervisión de las organizaciones internacionales especializadas en el tema de prisiones.
En el caso específico de la cárcel “Valle Grande”, uno de los oficiales más temido por la población penal es el capitán Tamayo, jefe de orden interior. El entretenimiento de ese militar abusador sin límites, consiste en ofender y maltratar a los reclusos y aplicarles severos castigos por cualquier motivo.
El notorio Capitán arrastra como antecedente que, durante el año 2007, siendo jefe del control penal en la prisión de Mujeres de Occidente (P.M.O), tuvieron que sancionarlo por mantener relaciones sexuales con reclusas abusando de su cargo, incluso se comenta que llegó a embarazar a una de ellas. A pesar de que lo trasladaron para Valle Grande no se rehabilitó, y actualmente su amante es la hermana de Yulieski Hurtado Toledo, uno de los presos confinados en dicho centro. Este hecho es de conocimiento de oficiales y reclusos, como le vociferó hace poco el oficial Miclín, acalorado en una discusión.
Entre los incidentes lamentables ocurridos este año se recuerda el dudoso suicidio de un joven de apenas 21 años de edad, hace unos 8 meses. El joven tuvo la mala suerte de que lo descubrieron en el cordón de seguridad mientras intentaba fugarse. Los militares le echaron los perros para que lo atacaran ferozmente hasta dejarlo muy mal herido. No conforme el teniente Elián, conocido como el Colorado, mandó a la guarnición a que lo golpearan sin escrúpulos con palos, cabillas y machetes. Lo arrastraron por el exterior del penal a la vista de los presos que indignados por el abuso gritaban desde sus compañías, en lo que el joven era golpeado salvajemente. Luego lo tiraron desmayado en uno de los calabozos de castigo. Al día siguiente el muchacho amaneció muerto en la celda, supuestamente encontró fuerzas para ahorcarse, y nada sucedió al respecto.
Por su parte el jefe de los víveres del departamento de logística, el suboficial Eduardo Carbonell, alardea delante de los presos de ser propietario de una cochiquera valorada en unos 5 mil cuc, y de que tiene una residencia que es la mejor casa del barrio donde vive. Para nada es falso que el Sr. Carbonell dispone de abundantes recursos, tanto la cochiquera como la inversión de su casa son el resultado de todos los productos que se roba de la cocina de la prisión, por cuya acción está matando literalmente de hambre a los reclusos.
El suboficial vive en lo que hasta hace pocos años fue una construcción desahuciada y que él convirtió en una inmensa y hermosa residencia, en la finca La Viviana, cerca de la prisión. En el patio tiene habilitada una nave de 40 metros de largo por 6 de ancho, donde cría alrededor de 40 puercos como promedio, los que vende cíclicamente cada 4 ó 5 meses y le reportan cientos de miles de pesos de ganancia neta.
Este militar obliga a los reclusos a elaborar la comida lo peor posible y a servir raciones ínfimas, de este modo mantiene su negocio llevándose toda la comida sobrante, junto con los demás productos que se roba y traslada para su casa por las noches, en transporte de la prisión.
Algunas de las trampas que realiza el Sr. Carbonell en su labor diaria son:
-Planificar la elaboración de cantidades de raciones de comidas superiores a la cantidad física de personas.
-Mandar a hacer por papeles excesivas cantidades de pan para apropiarse de la materia prima con que se realiza.
- Dejar que se echen a perder productos como el yogurt, la mermelada y otros para que no puedan ser comidos y así llevárselos a sus puercos.
-Planificar en los papeles como menú productos que después no oferta, entre otras.
Se calcula que este señor roba alrededor de 2 o 3 sacos de arroz diario, de 1 a 2 de frijoles, 30 o 40 libras de aceite, unas 500 libras de pollo quincenalmente y, en ocasiones, coordina con el de abastecimiento de la cárcel y muchos productos ni siquiera entran a la prisión, son desviados de los almacenes directo para su casa.
Toda esta situación con la comida provoca que la pésima alimentación tenga a los reclusos sufriendo un hambre desesperante, que muchos estén desnutridos, anémicos y que padezcan enfermedades carenciales. La inmoralidad alcanza a los miembros del consejo de dirección de la cárcel, pues también se benefician del negocio, entre ellos el mayor Nicolás Fernández, quien es el jefe de logística, el mayor Estrada, jefe de la contrainteligencia y los demás oficiales que todas las semanas tienen asegurada su mesada de los productos robados. Por ese motivo en las inspecciones nunca se detectan irregularidades, y no se les da curso a las constantes denuncias de los presos.
Los guardias que trabajan directamente con los reclusos, en su mayoría son personas de muy bajo nivel cultural, residentes en provincias lejanas. Esos guardias perciben un salario promedio de 25 cuc al mes, viven hacinados en albergues dentro de la prisión, en condiciones similares a la de los presos, hasta comen la misma comida con la diferencia de ser un poco más en cantidad, viajan donde sus familias sólo en vacaciones cada 6 meses. Esas precarias condiciones facilitan que muchos de estos guardias sean unos corruptos sin escrúpulos, que se dedican a cometer delitos graves como la entrada de ron al penal, además de pastillas psicotrópicas y otras drogas que se utilizan para el contrabando. También se dedican a venderle a los reclusos visitas familiares y pabellones (visita conyugal), conduces a la calle, pases de estímulo y traslados de compañías, venden las llamadas por teléfono y extorsionan hasta los presos que necesitan atenderse con el médico, entre otros.
El sombrío panorama de las prisiones se desarrolla bajo la complicidad de las autoridades del gobierno y principalmente de los jefes de Cárceles y Prisiones, que durante las visitas que realizan a esos centros sólo tienen interés por lo que puedan conseguir de beneficio personal y poco les importa el drama espantoso que sufren los reclusos.
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