Saturday, December 24, 2011

Mensaje de Navidad del Obispo de Baracoa-Guantánamo




Mensaje de monseñor Wilfredo Pino Estévez, Obispo de la Iglesia Católica de Guantánamo-Baracoa, con motivo de la navidad y año nuevo 2012


Queridos hijos de esta amada Diócesis de Guantánamo-Baracoa: Agradezco la oportunidad de poder hablarles por la radio: mañana es Nochebuena y pasado Navidad. Y estamos a punto de comenzar un nuevo año.
Desde have varias semanas, los arbolitos de Navidad con sus luces intermitentes, adornan algunas tiendas en no pocos de nuestros hogares. Lástima que, en muchos sigue faltando lo principal, el protagonista de esta historia: la imagen del pequeño Niño Jesús. Porque la Navidad es la fiesta que nos recuerda el nacimiento de Jesucristo, have más de dos mil años, en un pequeño pueblo que todavía hoy se llama Belén. Acontecimiento que dividió la historia del hombre en “antes de Cristo” y “después de Cristo”, y que también ha cambiado la vida de muchos hombres y mujeres que ahora hablan de lo que eran ellos antes de conocerlo y de lo que son ahora.


Esta Navidad es la 2011 de la historia. Ningún otro acontecimiento se ha celebrado tantas veces sin que aburra. Muchas familias cubanas, incluso en años que era un día laborable, supieron mantener esta tradición. En estos días navideños todos nos deseamos felicidades, tratamos de visitarnos, de reunirnos “en casa de los viejos”, de tener una comida juntos, de preparar los pequeños regalos de los niños para el 6 de enero, Fiesta de los Reyes Magos. También son días especiales para perdonarnos, para reconciliarnos, para volvernos a hablar si es que estábamos peleados…


Después de la Navidad celebraremos la fiesta de Año Nuevo y la Iglesia nos invitará a rezar por la paz. En Cuba, gracias a Dios, no hay un conflicto bélico, pero no podemos ocultar que las noticias sobre actos violentos llegan con cierta frecuencia a cada pueblo cubano. ¡Cuántas familias nuestras viven en una constante guerra! ¡En cuántos de nuestros hogares el amor se ha enfriado y han surgido el maltrato, las malas palabras, los golpes…! Por eso tenemos que rezarle al Niño de la Nochebuena. Él viene desarmado. No amenaza. No usa la fuerza. No se impone, se ofrece. Él es el Príncipe de la Paz. Recemos para que se haga realidad en nuestras casas el canto que se escuchó en Belén, en la primera Nochebuena de la historia: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc. 2, 14).


Con la llegada del año, viene a nuestra memoria el refrán que todo cubano ha dicho u oído alguna vez: “Año nuevo, vida nueva”. Hay en esta afirmación un vivo retrato del deseo que tenemos de empezar bien el año, de ordenar la casa y las cosas de nuestra vida, de no repetir errores. ¡Ojalá que en el 2012, si no lo hemos hecho ya, le abramos de par en par las puertas de nuestro corazón a Jesucristo! ¡Ojalá que comencemos este nuevo año perdonando de corazón al familiar, al vecino, al compañero de trabajo o de estudio que nos ofendió! ¡Ojalá que sepamos multiplicar iniciativas para reunir en estos días a nuestros familiares alrededor de una misma mesa o juntos en una iglesia o casa de misión! ¡Ojalá que en estos días valoremos más nuestros apellidos que nos recuerdan a qué familia pertenecemos y a qué familiares debemos proteger! ¡Ojalá que de manera especial tengamos un gesto para con las personas conocidas que viven solas y no tienen a nadie con quien compartir y los invitemos a comer o salir con nosotros! ¡Que sepamos tener “un cariñito” en estos días para con los más ancianos, los presos y los enfermos sin familia!


Ojalá que el 2012 sea realmente un año nuevo que deje atrás todo lo viejo, todo lo malo. Hay cubanos que, en la noche del 31 de diciembre, botan un poco de agua a la calle deseando que se vaya lo malo de la casa, de la familia… Nosotros, los cristianos, sin botar el agua, podríamos tener el mismo deseo y convertirlo en una oración confiada a nuestro Dios que podría ser ésta:


“Ayúdanos, Señor, a sacar de nuestras casas, o mejor de nuestras vidas, el egoísmo que nos paraliza y los miedos que nos impiden cambiar lo que tengamos que cambiar en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor. Ayúdanos para que sepamos eliminar de nuestras vidas el lenguaje duro y sin misericordia que usamos contra los demás. Danos un corazón generoso que no se canse de perdonar a quienes nos ofendan. Saca, Señor, de nuestros hogares toda discordia y todo maltrato. Ayúdanos a borrar definitivamente de nuestra vida familiar el divorcio, los abortos, el adulterio, los celos, los malos ejemplos y, sobre todo, la vida sin Dios”

En estos días especiales, debemos rezar, una vez más, por toda Cuba y los cubanos. El beato Papa Juan Pablo II cuando nos visitó en 1998 pidió “que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”. Debemos insistir aún más en ello. Hoy, 13 años después, también sería necesario que los cubanos aprendiéramos a abrirnos más a los otros cubanos. Que sepamos aceptar a los cubanos que piensen de manera diferente a nosotros. Que veamos en el diálogo honesto y sincero un camino ideal para encontrar soluciones a nuestros problemas internos. Que cada cubano no piense tanto en “sus problemas” sino en los problemas del país que tenemos la obligación de solucionar.


Para todo ello, mucho nos ayudará el vivir la virtud de la esperanza. Ella inspirará nuestros actos, los purificará, los ordenará hacia la construcción de una Cuba nueva. La esperanza nos protegerá del desaliento, nos sostendrá en el desfallecimiento y dilatará nuestros corazones en la espera de la felicidad eterna. Recordemos que la esperanza se sustenta en el Dios que nunca nos falla y que todo lo puede, en el Dios que nos manda a amar a los demás como él mismo nos amó (Jn. 15, 12).


Que nuestra esperanza esté puesta en Dios para poder al mirar al cielo más allá de las nubes que, a veces, nos ocultan el sol. Gracias a la esperanza avanza la humanidad. Gracias a la esperanza cada hombre encuentra respuesta ante la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, el amor y la violencia. El símbolo de la esperanza es el ancla, o sea, lo que sostiene firme una nave en medio de la tormenta. La persona que vive con esperanza no está cruzada de brazos ni se sienta a ver qué pasa o qué regalo cae del cielo. La esperanza es activa. Pidamos a Dios que en cualquier situación difícil que se nos pudiera presentar en este nuevo año confiemos en las palabras de Jesucristo: “Yo estaré con ustedes todos los días” (Mt. 28, 20). Y que tampoco en medio de la adversidad se nos olvide la sabiduría popular escondida en la afirmación de nuestros abuelos: “Siempre que llueve, escampa”.


En los días de este nuevo año, cada cubano debe sentirse llamado por Dios al abrazo fraterno, a dar la mano, a crear puentes de amor, a abrir sus corazones al perdón y a la acogida olvidando ofensas, acallando rencores, “pasando páginas” y llamando hermano al otro para, juntos, construir una Cuba mejor.


Jesucristo nace para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn. 10, 10), para que seamos felices. Confiemos en El que sabe lo que necesitamos, que desea lo mejor para cada uno, y que no nos quiere ni desesperados ni angustiados sino felices, llenos de esa alegría que nace del verdadero amor y de la confianza en Dios, que procura y puede realizar lo mejor para los hombres.


No quiero terminar sin dar gracias a Dios, junto con ustedes, por la gran noticia que todos recibimos con alegría y emoción: que el Papa Benedicto XVI vendrá a Cuba, como un peregrino más, para hacer lo mismo que hacemos los cubanos cuando estamos delante de la bendita imagen de nuestra Patrona, la Virgen de la Caridad: agradecerle y pedirle su intercesión. ¡Qué emocionante será para nosotros poder ver al Santo Padre rezar de rodillas delante de la Madre de los cubanos y, tal vez, encenderle una velita como expresión de su cariño y su deseo de que ella siga velando por nuestra Patria cubana y llevándonos a los cubanos al encuentro con Jesucristo, su divino Hijo!


Queridos hijos e hijas: Este año 2012 promete ser lindo y conmemorativo y, por tanto, lleno de júbilo. Se celebrarán los 400 años del hallazgo, en la Bahía de Nipe, de la bendita imagen de la Virgen de la Caridad y su presencia entre nosotros. Todos estamos llamados, durante el año, a peregrinar a su Santuario del Cobre. Desde ahora, cada uno de ustedes debe sentirse invitado a ir por medios propios o en los viajes que se coordinarán en cada comunidad, para lo que deben conversar con los sacerdotes, monjas y diáconos que ustedes conozcan. El Santuario del Cobre, ya bellamente restaurado gracias, en parte, a la ayuda económica de ustedes, nos abrirá sus puertas, de manera especial para nuestra Diócesis de Guantánamo-Baracoa, durante todo el mes de mayo. Allí nos esperan y allí, con el favor de Dios, esperamos vernos.


Termino dándoles una bendición por la Navidad. Que ella vaya especialmente sobre los enfermos, los presos, los minusválidos, los que viven solos, los que están lejos de su familia y de su tierra cubana, los abuelitos de los Hogares de Ancianos, los que sufren, los que se sienten tristes, los que lamentan la muerte reciente de un ser querido, y los que han perdido la alegría que nace de la virtud de la esperanza. ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!


Y que la bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos y los acompañe hoy, mañana y cada día del próximo año. Amén.

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